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"No existe estructura de poder que pueda permanecer en pie si es sacudida desde su cimiento poblacional"

Opinión

Por Pablo Medina

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Quienes digan que creer en la existencia del Pombero es absurda porque solo trata de un mito regional, debieran de preguntárselo a Loan, el niño desaparecido a quien la mitología entera debió de hacerse realidad. Su desaparición representa un corte transversal en nuestra sociedad, dejándola expuesta a ser interpelada por omisión.

No son pocas las razones que permiten hablar bien de nuestro país, pero por qué inocentes como Loan desaparecen. ¿Cuántos motivos sociales, institucionales e históricos lo permiten?  

Argentina no es un país de la periferia por sus vaivenes económicos que de modo cíclico oxigenan y asfixian, ni por sus contradicciones políticas que otras naciones periféricas y centrales también padecen. Argentina pertenece al tercer mundo por poseer una niñez con el 69% de pobreza (UNICEF). Y porque además, permite que en sus propias narices roben y “exporten” a sus más pequeños e indefensos en históricas regiones de segunda categoría. Sabemos, no es lo mismo nacer en Buenos Aires que en la provincia de Formosa, en Córdoba que en la del Chaco. Poblaciones frágiles bajo el taco de feudos.

Mientras tanto, una mesa de dudosos comensales albergó el secuestro en pleno almuerzo. Un ex marino y servicio de inteligencia, ex chofer del icono del Terrorismo de Estado y la desaparición forzada de personas: Alfredo Astiz. Una mujer con fuertes lazos políticos locales y confesa informante de la Policía Federal, acusada por vecinos de “tramitar” la adopción ilegal de niños desde hace décadas. Por último, familiares de Loan relacionados con el robo de ganado y conflictos internos aún no dilucidados.

Es significativo que en un pueblo tan pequeño (2.500 habitantes) del interior correntino, invadido por todas las cámaras de TV de los medios nacionales, se haya encontrado siempre vacío de curiosos. Vacío emparentado al miedo, entre algunos automóviles tan desconocidos como amenazantes que se vieron transitar sin patente.  

Es que más allá de dónde se nazca, todos somos potenciales víctimas del delito, pero que este se consuma y converja en la sospecha del ámbito familiar con el institucional y/o gubernamental, es una peligrosa escala propia del subdesarrollo.

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Leyes de resguardo y cuidado existen y son ejemplares, pero los más indefensos siguen desprotegidos y ya no por marginalidad o vulnerabilidad social, la vida familiar de Loan fue de contención. Los videos e imágenes muestran a un niño feliz, algo ratificado por sus padres, hermanos, docentes y vecinos. ¿Entonces? ¿Qué posibilita ver el desacertado accionar de la Justicia ante el éxito de la desaparición? ¿Cómo se habla que sus únicos detenidos pudieran quedar libres por falta de pruebas?

La trata de personas es de todas las hipótesis la única viable en el caso Loan. A su vez Misiones, Corrientes, Chaco, Formosa y una Triple Frontera con “pujante” actividad del narcotráfico resulta en una niñez carente de toda seguridad.

La respuesta a esta criminalidad no estará en la promulgación de nuevas leyes sino en abandonar nuestra propia indiferencia frente a la mentira, el engaño y la perversión. Somos una sociedad fragmentada que –excepto mundiales de fútbol- coincide en la inacción. Porque no existe estructura de poder que pueda permanecer en pie si es sacudida desde su cimiento poblacional.

 

Mientras la indiferencia nos gobierne no permitirá un cambio de actitud colectiva. Es entonces que habremos de seguir siendo testigos y/o responsables indirectos por omisión de una Argentina en donde el robo de niños se naturalizó.

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