La conversación terapéutica se presenta como un espacio de curación y reconstrucción, donde la ternura y la comprensión pueden abrir camino hacia una vida plena. En resumen, este texto de Gloria Anzaldúa, es un viaje desde el dolor y el silencio hacia la posibilidad de recuperar el deseo de vivir con plenitud y apoyo emocional.
La terapia puede ser un arte que puede hacer de nuestras debilidades, virtudes, y convertir nuestras resiliencias en procesos creativos que manden un mensaje de empatía, amor y afecto a todas esas personas que han estado o están donde nosotros estamos o hemos estado. No son las únicas
El impacto emocional puede dejarnos en silencio y rotos. Pero también ofrece esperanza a través de recursos y figuras mitológicas como la Nepantlera, propuesta por Gloria Anzaldúa para referirse a alguien que ha superado el dolor y puede ayudar a otros a recuperar su voz y su imaginación.
La conversación terapéutica se presenta como un espacio de curación y reconstrucción, donde la ternura y la comprensión pueden abrir camino hacia una vida plena. En resumen, el texto es un viaje desde el dolor y el silencio hacia la posibilidad de recuperar el deseo de vivir con plenitud y apoyo emocional.
La terapia puede ser un arte que puede hacer de nuestras debilidades, virtudes, y convertir nuestras resiliencias en procesos creativos que manden un mensaje de empatía, amor y afecto a todas esas personas que han estado o están donde nosotros estamos o hemos estado. No son las únicas.
Sara Torres, poeta, investigadora y narradora, cuya novela Lo que hay recibió el premio Javier Morote a la mejor autora revelación de 2022.
Sara es embajadora del concurso Therapyart en la categoría de Artes escritas, donde anima a transformar nuestro proceso en un poema, un relato, microrrelato o cualquier escrito en el que nos expresen qué ha sido la terapia para esas personas.
La escritora nos cuenta su proceso y experiencia con la terapia a través de este bello y desgarrador texto:
Devolver el habla, devolver el deseo a un lugar de posibilidad
1- El impacto y el silencio
Primero fue el impacto. Pudo no “ser para tanto”. Una serie de hechos seguidos de cierta sensación de abandono. Un par de imágenes en la memoria que no mostraban a una víctima ni a una culpable: sólo un cuerpo agazapado, agarrándose a una pared, respirando muy rápido.
Alguien miraba mi cuerpo de frente, ofreciendo ayuda, pero poniendo el deseo en otro lado. Ganas de huir frente al dolor de las demás.
Tras el impacto, percibido como un golpe que viene de fuera, pero produce un derrumbamiento interior, vino la práctica del disimulo. Voluntad de acomodar el daño entre las otras cosas de la vida, esconderlo tras eventos de menor importancia, buscar excusas, quitarle valor.
Devenir una que falsea el caminar con sus miembros rotos, esperando que la situación, por insostenible, finalice por sí misma.
Mirando en dirección opuesta al daño, la angustia comenzó a dominar el día a día. El descanso de la noche se quedaba en la superficie agitada de los malos sueños y despertaba de madrugada con palpitaciones y miedo.
¿Miedo a qué? A vivir. A estar viva temiendo la vida.
La angustia trae consigo a veces el adelgazamiento del habla. Allá donde había abundancia va quedando un hilo de voz: las palabras caen a goteo, la posibilidad de decir se contrae y todo el deseo se vira hacia dentro, rebuscando en el lugar de la herida, con la mirada interior bien fija en un sol negro.
Perder en el horizonte la posibilidad de la alegría, olvidar que era posible realizar movimientos rutinarios sin un costo excesivo, nos lleva al silencio: una restricción cada vez más grande en los temas de los que nos es posible hablar. El silencio se convierte así en un modo de bloqueo de los temas del dolor, que permanecen inaccesibles.
Mirando en dirección opuesta al daño, evitamos temporalmente la frustración y la percepción de una falta de poder para actuar a nuestro favor.
Desposeídos de la creencia en un horizonte donde es posible actuar a favor de nuestro deseo, terminamos olvidando la potencia del habla. Dar por perdida la comunicación es también soldar los caminos de la mente, perder porosidad, volvernos duros renunciando a la imaginación creativa como medio de búsqueda de una respuesta distinta.
Una respuesta capaz de cambiar el orden de lo simbólico. Abriendo un camino de fuga.
2- En compañía: líneas de fuga
Para la escritora chicana Gloria Anzaldúa, la Nepantlera es aquella que ha atravesado el dolor, ha sobrevivido al susto, nadado en su mar negro, abrazado la araña de ojoscarbón sosteniéndole la mirada. Es la que una vez salió de la angustia para volver a ser capaz de la ternura y ahora puede acompañar a otras en su dolor.
La Nepantlera sabe que es posible florecer en los estados liminales, en el entre, en medio de la ambigüedad. A diferencia de otras figuras de la tradición occidental, la Nepantlera no camina delante como Orfeo sacando a Eurídice de los infiernos.
A diferencia del mito que escribieron los hombres, la Nepantlera camina a nuestro lado y nos devuelve la mirada. Su consejo es "mantente en movimiento y así atravesaremos esto juntas". Al contrario que en el mito, la Nepantlera no aconseja a los que sufren no mirar atrás, sino que invita a volver juntas la mirada y solicita:
"Contame otra vez tu historia. Ahora, añadile una palabra nueva, una palabra inédita, hermosa, brillante. La Nepantlera también ama, y se revuelve, y sabe. Dice:
—Los que amamos conocemos este lugar, algunas lo llaman la ciénaga, otras el sol negro, lo nombran de abismo porque parece una caída en una sola dirección, pero escuchá: hay mil direcciones dentro de todas las cosas.
En la ciénaga a veces te quedás sin habla y la Nepantlera, la persona guía que escucha, es la guardiana de la lengua mudada, centinela acompaña tu silencio hasta que empieza a cambiar la piel. Como una serpiente, a la lengua las papilas se le secan y el músculo se atora por eso la centinela permanece a tu lado haciendo preguntas que aún no pueden responderse.
Con un candil entre los dedos espera, masajeando el lenguaje pacientemente porque sabe, ya lo ha vivido antes, que tras cierto tiempo de inmovilidad la carne se humedece de nuevo bajo las escamas.… hasta que una tarde al fin tu lengua suelta la cobertura rígida y toca el cénit de la boca resultando un sonido, algo similar a un gorjeo, más balbucir que palabra, más verdad que lenguaje.
3- Devolver el deseo a un lugar de posibilidad: la conversación terapéutica
La Nepantlera ofrece líneas de fuga a la imaginación, caminando al lado, recordando que es posible un horizonte de bienestar. Algo deseable en el horizonte de la vida, primero chiquito y algún día con sorpresa voluptuoso, un fruto de verano, una primavera.
Devolver el habla a un lugar de posibilidad demanda una interlocutora capaz de sostener la conversación con ternura. Una escucha serena, sin juicio, pero firmemente posicionada a favor de nuestro deseo. Tardé varias sesiones hasta que comprendí que en sus preguntas ella interpelaba a mi deseo de vida y que este, en todas sus formas, no iba a escandalizarla.
Un día pensé: mi deseo está a favor de mi vida y mi interlocutora está a favor de mi deseo. Devolver la imaginación a un lugar de posibilidad demanda un tercer espacio en la conversación, ni ella ni yo: sí el hueco abierto en el tiempo de nuestros encuentros, que me recuerda el derecho a una intimidad propia, un pasaje alternativo para cruzar a mi modo entre dos viejas vías.
Devolver el deseo a un lugar de posibilidad demanda en la conversación terapéutica la apertura de un espacio justo. Dos adultas iguales que, a través de la escucha en la ternura, en la suspensión del juicio y del escándalo, inauguran un otro pensamiento más amable.
La conversación entre dos iguales, capaces del daño y de la reconstrucción, vulnerables al impacto, tejedoras deshilando las nansas del poder con las manos."