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La odisea de los Giles (2019)

Comentario cinematográfico:

Hugo Bertone

 

La palabra "gil" refiere a una persona considerada tonta o lenta. Se aplica al incauto, al que tiene escaso entendimiento o hacia quien carece del sentido de la razón.

Proviene de modo directo del "perejil", producto que antiguamente no poseía valor comercial, que era regalado en las verdulerías.

 

Así durante mucho tiempo, recreándose como una analogía de nuestra sociedad y de millones de personas, “el nadie”, “el ninguneado” y golpeado por las redes del poder económico de turno, vivió transitando y asistiendo como mudo espectador al aniquilamiento sistemático de sus derechos a todo nivel.

 

Como un "gil"... "La Odisea de los giles", realización que cuenta con una dinámica e interesante narrativa ideada por el escritor Eduardo Saccheri (guionista de "El secreto de sus ojos) nos vuelve a pintar de cuerpo entero dentro de una estructura de reflejarnos de inmediato en sus personajes y una situación que cada uno de los argentinos, en menor o mayor escala tuvimos que padecer.

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La estructura del relato nos lleva a diciembre de 2001, momento en el que el gobierno de Argentina, presidido por Fernando de la Rúa (Aquel que decía "que lindo es dar buenas noticias...") impuso el denominado corralito, provocando que la ciudadanía no pudiese extraer dinero en efectivo de sus cuentas bancarias.

 

Un grupo de amigos y vecinos pierde el dinero que había logrado reunir para reflotar una vieja cooperativa agrícola. Al poco tiempo, descubren que sus ahorros se perdieron por una estafa realizada por un inescrupuloso abogado y un gerente de banco que contaban con información de lo que se iba a desencadenar en el país.

 

En el estilo comedia dramática, cercana al tenor de la afamada "Plata Dulce", el derrotero de la historia y su repetición por etapas, el trabajo deja un sabor dulce cuando carga sus tintas en la explosiva historia, y pierde consistencia cuando aborda temáticas familiares o sub historias. Su realizador, Sebastián Borenstein (Un cuento Chino) logra conducir el film de modo correcto y acierta en la inclusión de un narrador explicando la trama y definiendo personajes.

 

El mix actoral es por demás elocuente y de primer nivel, los cuales generan roles con eficacia y oficio.

Ricardo Darín, Luis Brandoni, Carlos Belloso, Rita Cortese, Verónica Llinas, Daniel Aráoz, y Andrés Parra en el rol de un villano malo de verdad, dan vida a roles de fuerza e importancia en un pueblo del interior, casi como metáfora de la nación y sus avatares.

 

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Lograda banda de sonido incidental, compuesta por Federico Jusid y la inclusión de canciones épicas del rock argentino, desde Luis A. Spinetta, pasando por Divididos y Babasónicos, que dan un mayor tinte en la ingeniería de sumergir al espectador a un tiempo que deseamos que jamás se vuelva a repetir.

"No llores por las heridas, que no paran de sangrar"...Seru Giran suena, y la reflexión aparece casi como un amigable fantasma, dispuesto, desde el don de la imagen y el sonido, al recuerdo exacto de las injusticias repetidas y el explotado tan definido como el mercenario.

 

Villa Alsina es una porción de la "Argentina potencia", de aquel criterio tan en boga y tan falaz en boca de los inescrupulosos.

Porque la capacidad de una nación está en su gente, real capital que conduce ingenios de patria o colonia.

 

Allí unos perdedores, levantaron su bandera. Mezcla de biblia con calefón, en el lodo de la destrucción de la dignidad y la siempre presente patria financiera.

Desde una TV, en un significativo cuadro cinematográfico, se muestra a un ministro representante fiel del poder económico que eclipso el devenir correcto de nuestra nación.

 

A la hora de balancear virtudes los "giles" tal vez terminen siendo ellos, pese a todo y pese a sus triunfos, pobres triunfos, que no son pasajeros pero que los pinta de entero cuerpo en el entramado de saber quién es quién en el camino de los días.

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