Sábado, noche en Buenos Aires. Pero no será "Un sábado más", como dice la canción.
Un Sir de la auténtica aristocracia del rock vuelve a desembarcar hasta estas orillas con su bagaje de música y sensaciones
La espera comienza a generar ansiedad dentro del coqueto estadio que comienza a colmarse y el público, mayormente entrado en edad, vuelve a brillar como adolescentes de tiempos lejanos. El puente se traza, inexorable y mágicamente. Esta es la antesala de una fiesta. Literal.
Paul McCartney asomará su cabeza dentro de un estadio luminoso y atractivo. Con un poco menos de voz y algunos años encima, pero con una misteriosa vitalidad que tan solo el arte musical puede producir. Un beatle está listo a brindar un show en su 5ta visita a estas pampas bravas, y eso representa unirse en emoción a la quintaesencia de la música contemporánea.
Un nuevo viaje, una nueva gira con la misma magia y el mismo misterio de los de Liverpool de antaño, trae a uno de los representantes de una generación de búsqueda y maravilla; Y su función primordial, su pócima vital, resulta del contacto con sus fans, con todos aquellos que desde sus melodías, construyeron sueños.
La noche se abre con un clásico inmortal de las 4 fantásticos: “Cant buy me Love”. Miles de nosotros hasta el hartazgo hemos cantado y escuchado la tradicional canción, pero resulta una novedosa experiencia poder nuevamente corearla. Pasadas las 21 hs, con su mítico bajo Hofner, allí estaba el abanderado generacional en el medio de un extenso escenario.
Su gente desea, necesita ver guiños del ídolo. Atentos a cada una de sus palabras y movimientos, el ritual del rock posee una cuestión casi orgánica que se renueva cada vez que el estilo se manifiesta.
Estructuralmente, el show pendula entre los clásicos de The Beatles y los de su etapa de Wings. Se lo extraña al gran Denny Laine, aquel guitarrista que supo generar un importante aporte para la propuesta de “Macca” luego de ser miembro de los Fab Four, resultó durante muchos años estructura de su sonido.
“Hola Argentina, buenas noches…”. El saludo protocolar luego del clásico “Junior Farm”, daba paso a un interesante despliegue artístico en sus gigantescas pantallas que llamarán la atención durante todo el viaje, las cuales previamente se encargaron de mostrar imágenes de toda una vida ligada al arte. Con ganas de hablar un poco en español, el músico intentaba conectar con su público de un modo particular y como siempre no excedido. “Here Today”, sobreviene con un Paul con guitarra acústica en mano, homenajeando a Lennon, haciendo que sobrevuele por el aire de Nuñez algo particular.
Hace ya muchos años que una banda estable acompaña al músico. Anderson y Ray en guitarras, efectivos, cumpliendo todo lo que requiere las canciones de la factoría McCartney, Wic Wickens en las teclas, y el hijo del gigante bajista mexicano Abraham Laboriel, Abe, en batería sumando talento y golpe preciso, y un set de vientos maravilloso, los “Hot City Horns” que oportunamente arreglan las canciones sumando buen gusto. Disfruta la gente y la leyenda camina la escena como nadie, con una sonrisa en el ojal de los tiempos y su cabello que aún se sacude en el viento del monumental. Su calma, marca registrada de su personalidad, sigue conectando con la raíz musical que durante mucho tiempo supo cuidar y proteger.
Cuartro poderosas canciones de un disco esencial como lo es “Band on the Run”, de Wings, hacen cantar y mover. La sección de éxitos beatle suena con “Drive my car” y “Got to get into my life” y una baladita estilo Paul dedicada a su compañera actual, “My Valentine” (con un maravilloso video de fondo de lenguaje de señas) nos hace recordar la belleza y presencia musical y artística de otra de sus compañeras, Linda Mc Cartney, puntal básico en el progreso musical de Paul en sus nuevas propuestas, que homenajea también en “Maybe Im Amazed”, y carga de clima el estadio. “Let me roll It”, la tradicional balada rockera y "Let me In", brillando a través de los arreglos de vientos, dan paso al momento country de la noche a través de “I Just see a Face” y “In Spite of all the danger”.
Un fondo de paisaje azul invernal nos conduce a la extraordinaria “Blackbird”, ingresando en el segmento intimista que se corona con “Here Today” con el universo todo desplegado alrededor de su imagen.
Lady Madonna suena a través de las imágenes de las mujeres de su vida y las damas de la lucha social por el mundo y la emotividad plena, dice presente mediante “Now and Them”, el último trabajo de la factoría Beatle y el video generado con IA, que resulta inolvidable, como así también el himno generacional llamado “Let it Be”, y la inmensa “Hey Jude”, sumando corazones argentinos diseñados en un papel, sosteniendo sentimiento puro.
En los bises, vuelve John del más allá a cantar “I ve got a feeling”, pasa el Sargento Pimienta, la canción génesis del estilo metal llamada “Helter Skelter”, y el tradicional cierre con el medley del disco “Abbey Road”: “Golden Slumbers” (una de las más bellas melodías que escuche en mi vida), “Carry Than Weight y “The End”, para poner fin a una fiesta sin concesión alguna.
Y como en aquellos viejos versos de Serrat, luego que la fiesta concluye, “Vuelve el rico a su riqueza, vuelve el pobre a su pobreza y el cura, a dar sus misas”. Y todo volverá a la realidad de siempre, pero entendiendo una vez más, que la vida es un momento, que la felicidad es un de vez en cuando y se la debe disfrutar a pleno. Que las últimas palabras del bajista de The Beatles fueron “Hasta la próxima”, las cuales, más allá de todo avatar humano y de tiempo, no son más importantes que las que expresó en su canción final: “El amor que recibes, es igual al amor que entregas”.
Una vez más, Paul nos hizo entender todo, viviendo y dejando vivir.
Y pensar.