“En el vasto horizonte de la música, el sonido que creó, en solitario y con su trío, alcanzó cimas insospechadas. Su toque sensible y elegante, las originales e innovadoras ideas que plasmó y su formidable técnica lo convirtieron en uno de los pianistas más gravitantes del siglo XX.”
El 15 de septiembre se cumplió un nuevo aniversario de su partida. Cuarenta y cuatro años sin el pianista más poético del jazz. Por este motivo, desde DM23 evocamos la maravillosa etapa de su formación e inicios
“Sus interpretaciones pianísticas, identificables de inmediato, son una auténtica delicia para los oídos. La belleza melódica y rítmica de sus texturas, el delicado lirismo de sus armonías y el tono melancólico de sus composiciones, cautivan; sus solos, suaves y enérgicos, de frases largas e inspiradas improvisaciones, fascinan. En cada audición su sonido introspectivo y la atmósfera intimista que crea, producen siempre una emoción embargante, y es que escuchar a Bill Evans puede llegar a convertirse en una de las experiencias musicales más sublimes, estimulantes y renovadoras que se pueda tener.
Las fotografías y filmaciones lo captan en plena ejecución musical, concentrado, con los ojos cerrados y expresión ensimismada, inclinado sobre el teclado. Viendo estas imágenes, pareciera que entre el músico y su instrumento existía una simbiosis, que el piano fuera una prolongación de su ser. La vida de Evans se asoció por siempre a este instrumento, que constituyó el vehículo principal para la expresión de sus sentimientos.
Su imagen física no parecía la de un músico de jazz. El aspecto del pianista, quien era alto y enjuto, usaba gafas y llevaba el pelo bien peinado, correspondía más con el de un intelectual o profesor universitario. Tal apariencia mostraba, ciertamente, un lado de su personalidad, por cuanto en Evans existía una vena intelectual: era lector asiduo de obras filosóficas y un estudioso de las religiones orientales, en particular de la filosofía zen.
Según las referencias de quienes lo conocieron, Evans tenía un carácter sosegado, retraído y tímido; a la vez, era una persona cálida y generosa y poseía un fino sentido del humor.
En el vasto horizonte de la música, el sonido que creó, en solitario y con su trío, alcanzó cimas insospechadas. Su toque sensible y elegante, las originales e innovadores ideas que plasmó y su formidable técnica lo convirtieron en uno de los pianistas más gravitantes del siglo XX.
William John Evans nació en Plainfield, Nueva Jersey, el 16 de agosto de 1929, en el seno de una familia aficionada a la música. Por el lado paterno, sus raíces provenían de Gales; y su madre era de ascendencia rusa. Al igual que su hermano mayor, Harry, la inclinación de Bill por la música se reveló a una edad precoz. A los seis años inició sus clases de piano, a los siete aprendió a tocar el violín y la flauta. Empero, fue el piano el instrumento que más amaba y al que se consagraría de pleno.
Más tarde, cuando había cumplido los doce años, comenzó su interés por el jazz, tras escuchar discos de conocidas big bands. Su debut musical ocurriría con la orquesta de su escuela, y fue en esta donde ensayó sus primeras improvisaciones. La habilidad de Evans en el piano le valió sus primeros contratos laborales para tocar en celebraciones sociales, tales como bailes y bodas. Poco después, en compañía de algunos amigos, formó tríos con los que tocó en los alrededores de su ciudad natal.
Durante cuatro años cursó estudios de música en la Southeastern Lousiana Collage de Nueva Orleans, donde obtuvo la licenciatura en 1950. Su formación era clásica y tocaba las partituras de sus compositores predilectos: Rachmaninoff, ravel, Debussy, Chopin, Beethoven y Bach. También escuchaba a pianistas de jazz de la época, como Bud Powell y Lennie Tristano, pero de todos ellos su principal referente –tal como lo declaró- era el popular Nat King Cole.
Años después, Evans sería el creador de un estilo lírico y romántico en el jazz anclado en la tradición europea, principalmente en la música impresionista de Debussy y Ravel. Aunque por aquellos años el jazz lo cautivaba, su proyecto artístico se orientaba hacia la música de baile, que llevó a cabo por un breve espacio de tiempo.
Primeras grabaciones
A comienzos de la década del cincuenta, debutó en el mundo del jazz con su participación en el trío del guitarrista Mundel Lowe. También integró ña agrupación del contrabajista Red Mitchell y la orquesta del saxofonista Herbie Fields. Destacaba Evans pos su capacidad para coordinar el contrabajo de ambas manos durante sus improvisaciones.
Después de haber prestado servicio militar, en 1955 se trasladó a Nueva York, donde integró regularmente la orquesta de baile que dirigía el clarinetista Jerry Wald, con quien grabó por vez primera. En ese tiempo, continuó con sus estudios musicales y cursó un posgrado en composición en el Manner College of Music.
Ulteriormente tocó en clubes de jazz en Nueva York, y fue entonces cuando ofreció su primer concierto en el Village Vanguard, club que pocos años después, se convertiría en el epicentro de su actividad artística. Entre quienes le oyeron en estas presentaciones se encontraba el clarinetista Tony Scott, quien fue uno de los primeros músicos en descubrir el talento de Evans. Aquel jazzista lo invitó a unirse a su cuarteto y luego grabarían juntos. En esa época, el estilo del pianista se caracterizaba por su enfoque melódico y toque contenido.
En 1956 se inició el despegue de la carreara de Evans. A partir de ese año fue convocado por destacados músicos de jazz para que los acompañara en una serie de grabaciones, tanto en estudio como en directo, registros en los que puso de relieve su versatilidad. Entre los músicos que admiraban su trabajo se encontraba George Rusell, con quien el pianista colaboró en varios proyectos. Asimismo, ofreció su talento en realizaciones discográficas de Charles Mingus, Art Farmer Lee Konitz, Oliver Nelson Chet Baker, y otras figuras de renombre. De esta manera, Evans se convirtió en un pianista muy solicitado y mereció elogios de la crítica.
En una de sus presentaciones en el Village Vanguard fue a verlo Orrin Keepnews, productor de Riverside Records. Éste, impresionado por el talento de Evans, le ofreció un contrato de grabación. Así, cuando tenía 27 años, gestó su primer disco como solista a la cabeza de un trío integrado por el contrabajista Teddy Koticky el baterista Paul Motian. El elepé se tituló New Jazz Conceptions, lanzado al mercado en enero de 1957. Este disco se distinguió por su energía y variedad; contiene 11 temas, cuatro de los cuales eran composiciones de Evans.
(…) Dos años después, siempre para Riverside, bordó su segunda obra: Everbody Digs Bill Evans; esta vez acompañado por Sam Jones, en el contrabajo y Philly Jones en la batería.”
Gentileza Revista Sudestada. Edición gráfica Nº82.
Páginas 38-40 (septiembre 2009)