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"El Quijote de Miguel de Cervantes" 

Serie Televisión Española (1991)

La locura colectiva y la locura individual

 

Por Hugo Bertone

 

"Entre Molinos de viento, presos liberados, vino desperdiciado, luces y sombras humanas y sus devenires sentimentales, míticos castillos y paisajes devorados por la hermosura natural, un trabajo asequible y fiel volverá a atravesar nuestras humanidades, a generarnos preguntas, a exponer la condición humana en su totalidad. Todo se encuentra perfectamente conseguido."

En la actualidad y en siglo XVI. Todo el tiempo y casi centralizado como condición humana. Y si existe una obra de elevado calibre la cual matiza desde un lugar profundo y reflexivo todas las sensaciones y situaciones que heredamos y sostenemos, es El Quijote de la mancha.


A modo de descubrir o redescubrir tamaña aventura, tamaño ingenio salido de la invención de la pluma más importante que el habla castellana supo concebir, ilumina sin eufemismo alguno, esta maravilla cinematográfica que aún sigue conteniendo vigencia puesto que no ha perdido la fuerza, la intensidad y la actualidad a través de sus diversos valores.


Sobremanera posee amplios logros la adaptación visual, respetando detalles y conceptos únicos que contiene su narrativa. Un maravilloso trabajo de adaptación y guion cinematográfico recae en el encumbrado escritor español Camilo José Cela, Premio Cervantes y Nóbel de Literatura, garantía absoluta, encargado de cuidar minuciosamente cada momento de relevancia de la novela y generar una línea argumentativa dinámica y conducente, tomando un desafío más que importante, logrando desde su aporte algo sumamente significativo, todo bajo la supervisión del director Manuel Gutiérrez Aragón, argot de importancia y sabiduría en las lides cinematográficas, creador de productos tales como “Los pasos de Ulloa” o ”El silencio de otros”, entre mas de una veintena de productos de calidad que posee este profesional del arte visual, que con un acertado tino, marca pasos actorales y conceptualiza de modo particular semejante ingenio.


La historia narra la decisión de Alonso Quijano, aquel hombre que a través de quedar obnubilado por la lectura de diversos libros de caballería, decide salir por prados y montañas a vivir aventuras y a implantar justicia, atravesando un sinnúmero de historias que generaran el análisis y la reflexión directa de cada uno de los espectadores.


Dos bien intencionados personajes poseen la trascendencia necesaria para involucrarnos en situación. Un compendio de frases atraviesa la “Locura” de un caballero fuera de tiempo y espacio. Desde el disparador de aquello que puede producir la lectura, los vectores que pueden abrir otros estados, sobrevuela en la historia el andar raso y terrenal de modo paradójico, anacronismo teniendo en cuenta el estado mental del Hidalgo caballero. Lo tragicómico es punto congruente ante los disimiles caminos que este dúo tan dinámico y particular tiene que abordar. Y el sentido mismo de caminar haciendo caminos, como aquella Utopía que tan bien definió Fernando Birri junto a Galeano, es el punto estructural de una obra que, a pesar de sus sorprendentes contenidos, sostiene para amalgamarlos con la reminiscencia del tiempo antiguo y la mágica fantasía que se produce en la periferia del triste caballero.


Entre Molinos de viento, presos liberados, vino desperdiciado, luces y sombras humanas y sus devenires sentimentales, míticos castillos y paisajes devorados por la hermosura natural, un trabajo asequible y fiel volverá a atravesar nuestras humanidades, a generarnos preguntas, a exponer la condición humana en su totalidad. Todo se encuentra perfectamente conseguido.


Esta Superproducción de Televisión Española, manifiesta el primer tomo del eximio trabajo literario, causó un suceso de extrema relevancia en su momento de estreno: Millones de personas fueron partícipes -mediante la televisión- de la narrativa mas importante de todos los tiempos que obsequia el gigante matiz de textos de elevación moral, filosófica, visión diferente de una vida y de un sistema social que no mucho ha modificado.
¿Puede esta obra conectar con los actuales modernos y efímeros tiempos?
¿Pueden las referencias lingüísticas, sociales, cargadas de riquezas varias, generar el interés de nuestra juventud?


A veces las respuestas se hallan en las preguntas que genera tamaño trabajo. El equilibrio que de modo constante aquel errante y singular caballero busca sin concesiones desde su alucinada mente resultan una maravilla extrema de creatividad y diferencia, matizada por el buen humor y el tinte imaginativo. Y esas virtudes no se pierden en el tiempo y el espacio, resultan instrumentos necesarios de todo aquello que se necesita a la hora de definir, descubrir y disfrutar un trabajo artístico. Todo aquel que aborda de un modo u otro estas letras de Cervantes, quedará prendado de sensaciones y sentimientos hacia cada uno de los protagonistas que enriquecerán inexorablemente el cansino tranco que tiene la vida mediante las mediocridades impuestas.

 


Parte técnica de alto voltaje al servicio de recrear la historia de este alto caballero de barba y gabán. El inmenso Teodoro Escamilla en la dirección fotográfica, reflejando y retratando de modo único la inmensidad de bellísimos prados y montañas, impulsando planos generales únicos que enaltecen sin lugar a dudas el trabajo, la acertada y particular banda de sonido a cargo de nuestro crédito Lalo Schifrin, la dirección de arte a través del inmenso trabajo cargado de creatividad impulsado por Félix Murcia, se encuentran a la altura directa de un producto que se enaltece aún más a través del elenco actoral.


Francisco Merino, interpretando el rol de un cura muy particular y condescendiente con la situación del Quijote, una joven Aitana Sánchez – Gijón interpretando a una Dorotea de lucha- belleza física y altura moral, el primer actor Héctor Alterio, personificando a un singular posadero José Luis López Vásquez, representando al Ventero con toda su prestancia y técnica actoral y gran elenco que dan paso al brillo de sus protagonistas.
Alfredo Landa como el inefable y bonachón Sancho Panza.


De Pamplona al mundo. Premiado en Cannes, ganador de dos premios Goya, genero el “Landismo”, una metodología actoral propia de este genio de la interpretación y el histrionismo que cuenta con una centena de films en su haber en cine, teatro y televisión, constituye aquí su rol mas importante, legado absoluto de lo bien hecho en materia actoral, generando la profundidad humana en su máxima expresión desde sus sentidos pasos actorales expresivos y concretos. Un Sancho que refleja la devoción y la amistad sin concesiones como nadie, en concordancia con similitudes hacia aquel inolvidable Paco en la sentida “Los santos inocentes” de Mario Camus.


Y Fernando Rey como el hidalgo Quijote. Rey era un actor que fue dirigido por grandes luminarias tales como Altman, Welles, Minelli, Zefirelli, y toda aquella experiencia supo amalgamarla cerrando su carrera en la interpretación mas contundente. Perderá mas de 14 kilos ya entrado en edad adulta para personificar al caballero, los grandes inconvenientes en los diversos platós cinematográficos que llegaron al límite de comprometer su propia salud y el desafío de demostrarle a la posteridad y a sí mismo su capacidad para estar a la altura del desafío, convierten a este eximio actor español en un veraz Quijote, luchando para consagrar su arte total cuando varios descreían que podría ingresar en la esencia del Manchego Caballero. Su figura, su voz demarcando casi a la perfección los importantes versos, su mirada y su oficio real forman parte del decálogo de la actuación con contundencia, credibilidad y belleza. Su escapar a cabalgar por los campos de Montiel, creo que es una empresa que todos nosotros en algún segmento de nuestro existir hemos emprendido.
Y tal vez la ventisca embravecida, las responsabilidades diversas y la maquinaria social que esgrime el “tener para ser y pertenecer” nos han eclipsado aquellas luchas por nosotros mismos. Estos trabajos lacerantes y consecuentes, sirven para inyectarnos un tanto la pócima necesaria para no perder nuestro espíritu, pese a las contingencias y pese al modernismo y sus metodologías.


Don Alonso nos hace ver que todos somos Quijotes. Que también en la cercanía de la adultez mayor aún se puede imaginar e intentar concretar los sueños perdidos y olvidados. Es cuestión de decisión propia sin concesión alguna. “De las miserias suele ser alivio una compañía” sostenía aquel cuasi desgarbado ser, en pos de construir su propio mundo mejor destruyendo uno que ya no era consecuente por el fin de los valores y la corrección.


Este fílmico será compañía eterna, fuente de sabiduría para recurrir en momentos limites. De amor y deseos. De franca consistencia humana. De aventura, risa, regocijo y reflexión. Aplaudiremos su final hacia adentro. Será musa exacta de replanteo vital. Se convertirá en carril de decisión para emprender la intrínseca tarea de vivir de una vez por todas, la vida.
Nuestra propia vida.

 


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