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Película de intimidad, de misericordia encausada mediante el concientizar que otro sendero ya no se puede transitar: último recurso dentro de un engranaje que nos encadena con profundidad y nos brinda un breve espacio para conciliar con nosotros mismos

Existen hombres que sobremanera resultan inevitables muros donde uno recurre a la contención para intentar por todos los medios ser escuchados, personas que quitan lo execrable del entorno vital que cuesta tanto cargar.

Y esta es la breve historia de un humano común, representando un símbolo exacto de todo aquello contradictorio y real, de dudas más que de certezas, cargando su propia cruz, intentando por todos los medios no mostrar sus miedos y frustraciones, erigiéndose como patriarca estoico y firme pero arrastrando las cadenas de cada uno de sus actos.

Este extraordinario film pasa a integrar el argot de las grandes realizaciones irlandesas, país que posee una raigambre muy particular, de fuerza y contundencia en la manera de visionar la cinematografía. Cuarto trabajo del irlandés y británico John Michael McDonagh, guionista y director de un film que toca las fibras íntimas y se convierte en puro reflejo interior. Cuidando la estética de cada personaje e imponiendo el paisaje lugareño, llega a concebir un trabajo de suma altura artística y profesional, abordando cada detalle con cuidado de no desteñir lo interesante de la narrativa.

La línea argumental transcurre en un pequeño pueblo irlandés, donde el padre James, sacerdote católico, escucha en confesión una amenaza: dentro de siete días van a matarlo. El sacerdote no sabe ni quién, ni por qué. Solo sabe el día: si nada lo remedia, morirá el próximo domingo.

Varias aristas se detectan casi de inmediato, un compendio de situaciones humanas se suceden como capítulos de un libro dentro de un contexto, una periferia que contiene aquello de pueblo chico – infierno grande, dentro de una misión sacerdotal por demás particular y enteramente humanizada. El cotidiano dolor, la fe irresoluta, el engaño, la pasividad, el egocentrismo, la amargura y el perdón van danzando en este thriller con toques de comedia negra que muestra como pocos lo vulnerables y diminutos que somos desde nuestra particular humana manera de ser.

Este no resulta un trabajo de nimiedades o diversión fácil, ni un manifiesto cargado de criticas religiosas. Desde un inusual dinamismo la línea estructural principal radica en los conflictos del pasado y como los mismos hacen inevitable mella en el presente, juntando lo ambivalente de las diversas situaciones hipócritas y todo aquello que escondemos durante años, y el resultado de la inevitable implosión interna y sus consecuencias al exteriorizarse.

Película de intimidad, de misericordia encausada mediante el concientizar que otro sendero ya no se puede transitar: último recurso dentro de un engranaje que nos encadena con profundidad y nos brinda un breve espacio para conciliar con nosotros mismos.

Y es justamente en esos lapsus de tiempo internos es cuando los personajes van soltando el profundo lastre que hacen de sus existencias algo vacía y pasajero colocándonos en una situación de incomodidad, pero abriendo el abanico de la inexorable realidad.

Desde el rubro técnico se destaca su música incidental a cargo del experimentado Patrick Cassidy, generando a través de la partitura climas emotivos importantes y cadenciosos y la fotografía del cinematógrafo de Kubrick, el gran Larry Smith mostrando la naturaleza misma sin tapujos, realizando tomas de efectividad y hermosura.

La sección actoral se establece en actores de oficio y trascendencia, logrando interpretar maravillosamente cada uno de los inolvidables, anacrónicos y singulares personajes dentro de las sub tramas establecidas.

M Emmett Walsh, Kelly Reiden, Aidan Gillen y Cris O’Dowd entre otros, secundan maravillosamente a uno de los más grandes actores del cine contemporáneo.

Brendan Gleeson como el Padre James. Un sacerdote fuera de lo común. De breve reminiscencia a la situación que atravesaba el recordado padre Karras en “El Exorcista” de Friedkin. Luchando contra sus propios demonios, caminando por un secular calvario, sin caer en demagogias y clichés, logra dar vida al religioso mas cerca a los limites carnales que a las implicancias misteriosas de lo celestial.

Gleeson en el papel de su vida, este eximio actor Irlandés, generador de diversos personajes secundarios en una treintena de trabajos, logra consolidar un paso actoral único y profundo, dentro de la búsqueda del “Judas” que intentara traicionarlo.

Tal vez ese traidor es metáfora de todo aquello que no podemos superar, de toda aquella vida que tanto nos cuesta vivir dentro de un esquema, un conjunto de diversas frustraciones sociales que se reiteran una tras otra, como golpes letales hacia lo conocido como esperanza.

Obra necesaria, de interpelación constante, de vida, de amor, de oscuridad. De instituciones y replanteos. De calidad y conciencia. De final contundente e inesperado. Firma a fuego de la actual condición humana.

Link para ver la obra:

https://ok.ru/video/2084238985845

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