Por Pablo Medina
DM23
Decidir no será nada fácil cuando se desea lo mejor sin adherir a ninguna opción, pero habrá que tener algunas consideraciones ineludibles debido a que nuestra individualidad tendrá su peso y lo que decidamos para bien o mal, no tendrá retorno.
Aún así, existe un riesgo mayor: el de arrojar nuestro potencial ciudadano al pozo ciego del voto en blanco. Allí donde no hay compromiso, ni riesgo, ni participación histórica, frente a una elección que como pocas veces antes contrasta, opone, bifurca...
Sabemos que en circunstancias de balotaje se obliga a ver lo que no se quiere y de allí decidir, situación coercitiva que a nadie agrada, pero en esta ocasión, es imprescindible comprender que no es posible quedarse a un costado viendo cómo propios y ajenos compiten entre ya no un partido y otro sino entre lo racional y lo irracional, entre valores patrios y anti-patrios, entre la historia reciente y presente frente al borrado de nuestra identidad, entre seguir siendo una comunidad solidaria y un sálvese quien pueda.
Esta elección presidencial trasciende las cuestiones del juego político que podamos bien criticar y repudiar. Hoy entre las opciones existen abismos que no pueden ser ignorados y por esta razón no podemos situarnos hacia el inocuo margen blanco.
Mañana domingo definiremos como pocas veces antes, continuar dentro de un país o presenciar su desangrado social y humano.
No subestimemos las innumerables alertas que hasta ahora hemos visto. Vayamos a votar.