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“Lo que el otro tiene y uno no, se vive como fracaso del propio querer-tener. La envidia radical es la envidia de la existencia que no se dirige a uno u otro bien, sino a su existir en general o a su situación con la plenitud de valores en ellos percibidos.”

(Dr. Oliver Brachfeld. Los sentimientos de inferioridad)

El ser humano busca su integridad a través de diferentes caminos, muchas veces erróneos y que pueden llevarlo a sensaciones cada vez más agudas de vacío interior. Se necesita del amor del otro para constituirse en persona. El amor es el alimento psíquico indispensable. La manera en que cada ser humano se haya vinculado con el amor afectivo emocional desde su infancia, más la propia carga genética, determinarán en gran forma su manera de enfrentar el mundo. Sin desconsiderar en este punto la situación social cultural en la cual se desarrolla la vida de cada uno.

Como ya hemos dicho, la primera búsqueda es la de sentirse amado, querido, ser importante para alguien y que ese alguien nos signifique. Es una búsqueda que se da a nivel emocional efectivo. Ser objeto de amor de nuestros padres o de quien cumpla esa función es fundamental para la estructuración psíquica sana. De ahí derivará luego la sensación de poder ser, de integridad psíquica.

Las dificultades en el desarrollo de la personalidad y, en consecuencia, la falta de encuentro con la propia capacidad de ser, derivan en la sensación de carencia interna, de minusvalía psicológica, que hace que cualquier diferencia entre lo que uno tiene, recibe, o es, en relación con los demás, se perciba como una amenaza a la propia integridad. La sensación de carencia lleva a la comparación con el otro y, en esta comparación, aquel que por algún motivo se sienta en condiciones de debilidad emocional, podrá sentirse también en inferioridad y esto acrecentará su malestar.

Aquel que no se ha sentido amado lo suficiente comparará la atención que otros reciben y se sentirá en desventaja, aumentando de esta manera su propio dolor.

Aquellos que han ubicado el sentido de la vida en las realizaciones externas, como por ejemplo el supuesto éxito social o económico, creen inútilmente que, de esta forma “llenarían” las carencias afectivas o de sentido. Y así pueden entrar en competencia con los demás por no soportar la percepción de diferencias que los hagan sentir inferiores: lo reciben como un ataque a la propia integridad, sintiéndose como un “agujero” en el propio ser. Como una carencia insostenible.

Los “agujeros de amor” (heridas emocionales) producen sensación de carencia, que se intenta llenar toda la vida.

“Lo que el otro tiene y uno no, se vive como fracaso del propio querer-tener. La envidia radical es la envidia de la existencia que no se dirige a uno u otro bien, sino a su existir en general o a su situación con la plenitud de valores en ellos percibidos.” (Dr. Oliver Brachfeld. Los sentimientos de inferioridad)

La sensación de carencia se percibe en lo afectivo y en lo material, básicamente. Muchos problemas de la humanidad derivan de la carencia de amor, que se intenta cubrir con falsos sustitutos. Sería como querer acallar el estómago cuando uno tiene hambre, comprando el último modelo de celular. Necesitamos amor y lo cubrimos con cosas que nada tienen que ver con él. Estos sustitutos pueden aliviar brevemente la pena, pero no sanar la herida.

La envidia se sustenta en esta sensación de carencia. Y así pueden disfrazarse de muchas cosas, pero sigue siendo envidia. Se disfraza de injusticia o de competencia. Pero en realidad, “el que envidia quiere eliminar un contraste cuya percepción le resulta insoportable” (Norberto Levy).

Por eso decimos que cuando más se lo debilita al otro, mayor poder se siente (porque así, ficticiamente, se cree que la propia integridad tiene menos peligro de ser alterada).

Liliana Crivelli - Yanina Piccinni

El amor como forma de vida. Páginas 91-94

Buenos Aires (2015)

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