"En nuestra parte esencial, aquella que no está contaminada por miedos o egoísmos, poseemos aspectos sumamente positivos y sentimientos purísimos. El conectarnos con estos aspectos es un paso importantísimo para comenzar a amarnos.
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Para que nuestros actos hacia afuera o hacia adentro, tiendan a lograr una armonía. Poder ejercer nuestra capacidad de ser libres, tomando decisiones positivas para nuestra vida."
Ser tolerantes con nosotros mismos es un aspecto fundamental en este proceso.
Dejar de criticar (ni a nosotros mismos ni a los demás). Por lo general o nos criticamos a nosotros mismos o criticamos a los demás. La variante es o yo soy perfecto y el equivocado es el otro o al revés. O vivimos enojados o vivimos infelices.
La crítica es una gran pérdida de energía.
Nuestras carencias afectivas vividas a lo largo de la vida son las que hicieron que nuestra autoestima fluctúe por diferentes niveles o que seamos muy débiles por estar buscando constantemente el afecto por los lugares equivocados.
En nuestra parte esencial, aquella que no está contaminada por miedos o egoísmos, poseemos aspectos sumamente positivos y sentimientos purísimos. El conectarnos con estos aspectos es un paso importantísimo para comenzar a amarnos.
Cuando comenzamos a resaltar lo positivo, lo negativo (es decir aquellos sentimientos y pensamientos que involucran temores, culpas, resentimientos, inseguridades, etc.) se minimiza. De esta manera podremos comenzar a apoyarnos en todo lo bueno que tenemos.
Aquello que no nos gusta también podremos empezar a ACEPTARLO, y si deseamos cambiarlo tenernos mucha PACIENCIA y darnos el tiempo para hacerlo.
Lo primero que tendríamos que comenzar a trascender son aquellos aspectos que nos son dañinos: hábitos, dependencias, vínculos agresivos. También trascender aquellos aspectos nuestros que de alguna manera perjudican a otros.
Es importante en este proceso no pelearnos con lo que no nos gusta de nosotros mismos.
No exigirnos cambios inmediatos, ni tampoco a los demás.
Ser pacientes, tolerantes, optimistas.
Respetar nuestros tiempos internos.
Que todos nuestros actos hacia “afuera o hacia adentro” tiendan a lograr una ARMONÍA.
Poder ejercer nuestra capacidad de ser LIBRES, tomando decisiones positivas para nuestra vida.
Cuando estamos en armonía con nosotros mismos, cuando menos enojos, frustraciones, culpas, temores, envidias, celos tenemos, más felices seremos, detener el ajetreo de la mente, limpiar los pensamientos perjudiciales.
Conectarnos con nuestro aspecto emocional allí hay mucho por limpiar y transmutar.
Escucharnos, ¿cómo es nuestro diálogo interno? ¿y nuestro diálogo externo?
¿Qué prima? El optimismo. La comprensión.
La tolerancia. La seguridad. La armonía. La gratitud...
O bien: La desesperanza. La crítica. La incomprensión. La queja. El temor. El resentimiento…
Tanto hacia nosotros mismos y en nuestras actividades con los demás. Si estoy mal conmigo misma no estoy bien con nadie.
Atender las propias necesidades.
Pasar un momento a solas cada día, aunque sean 5 minutos para escucharnos, meditar, Aquietar nuestra mente, conectarnos con un sentimiento positivo.
Descansar lo suficiente.
Vivir un día a la vez “aquí y ahora”.
Renunciar a ser perfecto (y también renunciar a pedir a los demás que lo sean).
Poner alegría y risa en nuestras vidas.
En las circunstancias difíciles pedir ayuda (sin manipular).
Tener confianza en uno mismo y en los demás.
Aceptar las circunstancias de la vida, tratando de mejorar aquello que esté en nuestras manos mejorar, y sin pelearnos con los hechos y tampoco sentirnos víctimas. Observar que aprendizaje nos trae cada hecho que nos sucede. Dejarnos fluir.