

Lo que les quiero plantear hoy es el tema de la frustración. ¿Qué pasa cuando no se consigue lo que se desea o lo que se necesita? ¿Cuáles son las reacciones que aparecen?
Cuando se tiene intolerancia a la frustración no se aguantan los contratiempos. La respuesta a esta intolerancia es emocional. Y también la frustración deriva en culpar a los otros en vez de asumir la responsabilidad que compete
Leticia Cohen
Cuando se tiene intolerancia a la frustración no se aguantan los contratiempos, las esperas, los límites, las circunstancias adversas, todo lo que de alguna manera resulta desagradable. La respuesta a esta intolerancia es emocional. Puede reaccionarse cuando algo resulta intolerante con diversas emociones: miedo, enojo, tristeza, rechazo, ansiedad, resentimiento; sus derivados y diferente graduación. Y también la frustración deriva en culpar a los otros en vez de asumir la responsabilidad que compete. El estrés se hace presente porque todo se torna muy pesado y esforzado. Esta intolerancia se genera de los hijos hacia los padres (cuando digo padres me refiero al padre y a la madre) y viceversa. Los hijos no están conformes con los padres que tienen y los padres tampoco aceptan a los hijos como son. Es una historia que pareciera sin fin.
Esta intolerancia se genera de los hijos hacia los padres y viceversa.
En los talleres de Constelaciones, es habitual que hijo/as se quejen de sus padres y que padres se quejen de sus hijo/as. De este modo siempre se está mirando hacia el pasado porque el enjuiciamiento imposibilita estar en el presente, hacerse cargo de la propia vida y transitarla con sus avatares. La frustración juega un papel importante en estos juicios debido a que muchos hijo/as critican a sus padres porque generalmente no son los padres que deseaban.
En realidad, cuando se nace, se nace de un hombre y una mujer que de alguna manera se quieren y deciden estar juntos o no; con consciencia o no, con deseo o no, transmiten vida… y ahí nace un ser que no juzga, que sólo tiene necesidades que requieren ser satisfechas; es decir, depende totalmente de sus padres para vivir, a quienes les atribuye la máxima autoridad, el máximo cuidado, la máxima confianza; son los únicos, los mejores, los que tienen la verdad, sin importar la condición moral, ética, ni ninguna otra.
Es cierto que hay padres castigadores, descuidados, abusadores, sin embargo, los niños necesitan y aman a sus padres incondicionalmente.

El niño crece, y la conexión con el mundo exterior (actividades y aprendizajes escolares y extraescolares) le amplía la mirada. De los padres pasa a la sociedad y continuamente desarrolla su mundo cognitivo y emocional. El niño-púber-adolescente empieza a ver que sus padres son diferentes de los padres que hubiera deseado.
Los padres quieren que sus hijo/as maduren y crezcan dentro de las creencias que tienen sobre cómo educar; entonces ponen límites, dan indicaciones, consejos, señalan comportamientos; quieren lo mejor para sus hijos y éstos sienten que no están recibiendo lo que quieren, se rebelan y se enojan o se entristecen o diversas y desacordadas emociones los embargan. Se frustraron y la queja y la crítica sobreviene al mismo tiempo que es posible aparezca la culpa. Los padres también se quejan de los hijos porque los hijos, con conductas propias de cada edad que a veces pueden resultarles dañinas, hacen que los padres se desesperen y no sepan qué hacer. Los hijos van haciendo, del mismo modo que van haciendo los padres, lo que mejor pueden y es así. La vida no se aprende en una escuela como las matemáticas. La vida se aprende viviéndola, a veces con altos costos.
el enjuiciamiento imposibilita estar en el presente, hacerse cargo de la propia vida y transitarla con sus avatares.
Estos modos críticos desde ambos lugares (padres e hijos) no llevan a buen puerto, son un desorden para el sistema familiar lo que acarrea consecuencias dolorosas.
En Constelaciones Familiares buscamos el camino del orden y este camino dice: que los hijos deben tomar a los padres con lo bueno y con lo malo y que los padres deben recibir a los hijos tal como son porque lo que es, es. Se comprueba que esto es bueno para los padres y para los hijos; porque los padres que se tienen son los únicos y suficientes y los hijos que se tienen también son únicos y suficientes.
Reconocer lo que es y asentir a los avatares que se presentan en la vida conlleva alivio, consuelo y promueve el crecimiento personal.
Leticia Cohen
Autora del libro: "Descubriendo las Constelaciones Familiares
en solo 60 minutos" (Editorial Kier)






