

Las urbes parecieran brindar toda facilidad e inmediatez, alfombra que oculta multitud de soledades. Sin embargo, hay quienes se desprenden de la comodidad urbana para encaminar su vida hacia fronteras de intemperie, esos caminos desarrollan historias intensas, profundas, como lo fue en la doctora Marta Teodora Schwart
Nacida en 1915 en Ciudad de Buenos Aires, quien estudió medicina en la Ciudad de Córdoba y al egresar decidió atravesar esos límites a mediados del siglo XX, instalándose como médica en una zona selvática: Puerto Iguazú, provincia de Misiones.
Teodora pisó su lugar de destino a sus 33 años de edad y vivió allí hasta el 2005, año en que fallece. Los lugareños la llamaron “El ángel de la selva”, porque supo integrarse al paisaje humano comprometiéndose no solo con las enfermedades sino también con el enfermo.
Es que Schwarz fue médica de tierra adentro, visitando pacientes a caballo, motocicleta, canoa, sin mayor interés que el de brindar sus conocimientos, no cobrando un solo peso a quienes atendía. Entre ellos brasileños, guaraníes y paraguayos. En su diario de aquellos años escribía: “Este lugar está lleno de privaciones, debo atender aquí y también cruzar en bote, para ayudar en Brasil y Paraguay. Lo que más me asusta es el paludismo, que acá le dicen ‘chucho’, y las mordeduras de víboras.”
“Más que una doctora
era una mujer de bien,
hacía bien al pueblo.”
El corto-documental de Maximiliano González “El ángel de la selva” (2012), nos acerca a Teodora a través de testimonios de quienes la conocieron, personas ya ancianas que bien la recuerdan: “Todo lo que usted se pueda imaginar ella hizo desinteresadamente”, para luego agregar, “Más que una doctora era una mujer de bien, hacía bien al pueblo.”
Frente a la cámara se encuentran hombres y mujeres de miradas claras, enteras, curtidas por el esfuerzo a contra viento. Ellos junto a sus padres, abuelos, esposos, hermanos, fueron beneficiados por la altura humana y profesional de la Dra. Schwart, quien siempre solía decir una frase de San Vicente Ferrer: "El bien no hace ruido, el ruido no hace bien”, referida a realizar en silencio, sin alardes. Otra de sus expresiones habituales era: “Que no sepa nuestra mano derecha lo que hace la izquierda.”
"Ver al enfermo
como ser humano"
En un tramo del corto, la enfermera que desempeñó su labor por años al lado de la doctora Schwart, comenta sobre la advertencia que de ella siempre recibía: “Que nunca se te enfríe el corazón, me decía. Porque si no, vería a los enfermos como enfermos, y yo tenía que ver al ser humano en ese momento enfermo como ser humano, tratarlo con amor y cariño.”
Es que Teodora además de haber sido una impecable profesional, Directora del Hospital de Puerto Iguazú y hasta Ministra de Salud y Educación en la provincia de Misiones, fue también una mujer de fe y el documental nos la muestra muy cercana a través de los rostros que necesitaron de su servicio.

PALABRAS DE MAXIMILIANO GONZÁLEZ, DIRECTOR
“Conocí a la doctora en mi infancia en Puerto Iguazú, quería visualizar este trabajo para que se conociera en todo el país. Frecuentaba su casa, era una persona adorable, y lo que cuentan allí es absolutamente real, siguió haciéndolo hasta su último día.
En mi niñez la ciudad ya era más grande y había muchos médicos, instituciones, etc. Pero lo de ella fue heroico principalmente al comienzo, cuando no había nadie. Aunque repito, hasta su último día no cambió su actitud. Su rasgo sobresaliente era la humildad y la solidaridad.
Pude realizar el documental gracias a un concurso del INCAA que gané cuando apareció la TDA. Para ello investigué a las personas más cercanas a la doctora. El corto fue muy visto en todas partes, a través de Televisión Pública inclusive, siempre se recicla en nuevos espectadores.”
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